- Los Reyes Católicos deciden tomar como suya la empresa de terminar la conquista de las Islas Canarias, que llevaba estancada sesenta años. Para ello movilizarán un ingente conjunto de personas y recursos del reino, sobre todo de Andalucía.
Sin embargo, no será tan fácil como se presumía. La resistencia indigena va a ser más férrea de lo que nadie había imaginado y alargará el conflicto cinco largos años.
En este momento de vaivenes políticos, con el telón de fondo de la guerras contra Portugal y contra Granada, se desenvuelven con habilidad los mercaderes andaluces y genoveses residentes en Sevilla. Las familias Lugo y Riberol se sumarán a la aventura de conquista enviando a Gran Canaria a uno de sus miembros, Lorenzo, un antiguo esclavo de orígenes oscuros que se ganó a pulso la liberación y la pertenencia a la familia genovesa.
Lorenzo será testigo de excepción de los extraordinarios acontecimientos que se desarrollarán durante la conquista. Vivirá momentos de profunda intensidad junto a protagonistas de excepción como Pedro de La Algaba, Juan Rejón, Pedro de Vera, Alonso de Lugo, Inés Peraza, Beatriz de Bobadilla y los canarios Tenesor, Egonaiga, Maninidra, Aymedeyacoan, Tasarte y Abenchara.
El joven comerciante genovés descubrirá secretos insospechados sobre sí mismo y un nuevo horizonte esperanzador en el amor de una mujer canaria, Naira, que le hará comprender las terribles consecuencias de la guerra para su pueblo.
Los giros del destino es una historia de gigantescos desafíos; de ambiciones desmedidas; de intrigas de poder; de arrojo y coraje; y de sufrimiento y abnegación en unos escenarios tan impresionantes como la isla de Gran Canaria y la Castilla de finales del siglo XV.
CÓMO SE HIZO
Siempre he recibido invitaciones de mis lectores a escribir una novela histórica, dadas mis publicaciones sobre la conquista y colonización de Canarias en el tránsito de los siglos XV al XVI. Ahora me he atrevido a hacer la prueba, y he terminado satisfecho en buena medida.
Así, esta novela no es “La novela de la conquista de Gran Canaria”, sino mi versión personal, ficcionada, de aquellos acontecimientos que se desarrollaron en Castilla y en el Archipiélago Canario entre 1469 y 1483. Salvo Lorenzo y Naira, la gran mayoría del resto de personajes que aparecen en el texto fueron reales y sus rasgos biográficos conocidos más importantes son, más o menos, como se describen en esta novela.
He tratado de seguir con honestidad los textos históricos que narran la conquista de la manera más fidedigna posible, intentando salvar las contradicciones e incongruencias en que caen algunos de ellos. En algunos casos he tenido que optar por la solución más lógica a mi entender, decisiones que siempre pueden ser discutibles.
También he utilizado la documentación histórica que se ha descubierto hasta hoy y que ha caído en mis manos referida a los acontecimientos y personajes que se desarrollan en el texto. De hecho, por boca de los personajes emerge el contenido de textos de hace quinientos años que se han conservado en los archivos.
Para la recreación de los lugares que aparecen en la novela, he visitado casi todos los escenarios castellanos y los insulares, en especial, y de la mano de Faneque Hernández, los de Gran Canaria. Me faltan Génova y Calatayud, que quedan como asignatura pendiente.
No puedo hacer aquí una relación exhaustiva de cómo han sido tratados la multitud de episodios narrados en la novela, eso quedará para otra publicación histórica, si se da el caso, pero sí puedo incidir sobre algunos de ellos que me llamaron la atención.
Me planteé si los canarios usaban la segunda persona del plural en la conjugación de sus verbos, dado que hoy día sus descendientes no lo hacen, pero desde que comprobé que el “vosotros” existe en el idioma amazigh, tuve que incorporarlos al texto, aunque a alguno le suene raro.
El vocablo Guadnarteme lo he adoptado porque la hija de don Fernando Guadnarteme lo llamó así en 1526 en la conocida relación de méritos de su padre. Así que Guadnarteme se queda.
Hay dos episodios extraños en la conquista de poca lógica y que no se sabe bien en qué momento encuadrarlos dada su rareza. Se trata del embarque de los canarios a Tenerife con dudosas intenciones y de la embajada de los canarios principales a la isla de Lanzarote a concertar paces. Los he colocado en la secuencia temporal que me ha parecido más congruente con el resto del relato, y he tratado de explicar con ello unos acontecimientos muy poco explicables.
A veces es difícil distinguir las figuras de Juan Mayor padre e hijo. Desde luego, el hijo aparece como adalid de la conquista en algún historiador, pero el padre también, con lo que he tratado de repartir el protagonismo en función de sus perfiles personales.
Existió en la corte de la reina católica una sirvienta llamada Isabel la canaria, detalle enternecedor donde los haya. Y también hay constancia documental de que la reina pidió y tenía en su poder un libro referido a las islas de Canaria. Tal vez se trate de la obra perdida de Alonso de Palencia sobre el archipiélago.
Existen documentos donde se detallan las compras que hizo el alcaide del alcázar de Córdoba para la hijita de la reina canaria, que nació allí. Son conmovedores y demuestran el buen tratamiento que se le hizo en la corte de la reina Isabel.
También está probado que el rey Fernando llamó a su presencia en Sevilla a Fernán Guerra en varias ocasiones. Cuánto hubiera deseado cualquier historiador leer los informes que le proporcionó sobre las islas en aquellas noches sevillanas.
Las palabras guadartemato y guairato no son de la época, sino recientes, pero he decidido usarlas porque indican bien el espacio territorial de unas unidades políticas que no tenían nombre castellano en el siglo XV.
Cuando en las historias de la conquista he encontrado diálogos, he tratado en la medida de lo posible ponerlos en boca de los personajes correspondientes. Dado que esas conversaciones fueron redactadas en diferentes estilos correspondientes a siglos posteriores, pueden resultar extrañas al lector, pero es lo que nos ha legado la Historia, y hay que aprovecharlo.
El historiador del siglo XVII Tomás Arias Marín de Cubas es el que, con diferencia, da más y mejores detalles, a veces de un valor único, de muchos acontecimientos de la conquista. De ello deduzco que tuvo acceso a la crónica madre, la más antigua, atribuida al escribano Pedro de Argüello por unos y al alférez Jáimez de Sotomayor por otros. Por desgracia se perdió, aunque nos ha llegado a nuestros días a través de textos más o menos modificados en los manuscritos Ovetense y similares. Cubas dice claramente que a don Fernando Guadnarteme se le llamaba Guayedra, por su lugar de origen, igual que a Tasarte se le llamaba así. Lo de Tenesor algunos estudiosos creen que es un apelativo que se le otorgó con posterioridad a la conquista. Pero como es el nombre más común y mejor conocido, lo he adoptado para el personaje.
También Cubas da unos detalles extraordinarios de la entrega de Arminda Masequera al gobernador Vera. Lo del pespunte de los zapatos no es cualquier detalle. El que lo escribió, estaba allí.
Sobre el origen de la familia de los guanartemes que relato en el capítulo 111 ha habido y hay discusión. He tomado una de las propuestas, la que me pareció más convincente.
Para la boda de Tenoya y Bentejuí he pedido prestado un ceremonial moderno que me ha parecido muy realístico y que está publicado en un video en Internet. ¿Por qué no pudo ser así?
Sobre los lugares donde se encuentran tanto Ajódar como Ansite tampoco hay consenso, por lo que los he localizado donde me ha parecido más fiel al texto de las historias de la conquista, sin que ello signifique que quiera entrar en discusión alguna.
Pero lo que más me ha llamado la atención al estudiar los textos históricos sobre la conquista es el inmenso grado de amor y abnegación que tuvo por su pueblo Guayedra Tenesor. De cómo el guadnarteme de Gáldar entendió que debía salvar a los canarios de la masacre que se preveía y cómo, a través de un sacrificio personal por el que tuvo que sufrir internamente lo indecible, consiguió que la raza se perpetuase. Hoy día muchos canarios modernos, y conozco a alguno, pueden decir con orgullo que descienden directamente de aquellos valientes canarios del siglo XV que vendieron muy cara su libertad.
No ha habido en la historia de Castilla ninguna campaña militar que durara cinco años. La guerra de Granada duró diez años, pero cada año tenía su propia campaña. La resistencia indígena en Gran Canaria es digna de pasar a los anales de la Historia como uno de los episodios más notables de prolongación de un enfrentamiento bélico entre dos culturas con tal desigualdad de armamento.
Nuestra sociedad canaria actual es mestiza de aquellos protagonistas, y a ellos nos debemos, tanto al indígena como al europeo, y ambos se convirtieron en pobladores conjuntos creando otro mundo, mejor o peor depende de cómo se mire, pero del cual surgió el pueblo canario actual, en el que el mestizaje es su principal riqueza y patrimonio.
PERSONAJES
ESCENARIOS
Puerta de San Martín, Segovia
Puerta de San Martín, Segovia.
Cap. 7.- Las dos beatrices, a quienes abrían paso entre la multitud dos lacayos, llegaron a las inmediaciones de la casa de los Picos, un edificio de construcción reciente en cuya fachada lucían más de seiscientos salientes de granito, que era la que lindaba con la muralla y la puerta de San Martín, una de las cinco de la ciudad, la que se encontraba orientada al sur. El espacio no era muy amplio y por allí tenía que pasar la comitiva del rey de Aragón. Aprovechando que la puerta de la casona estaba abierta, doña Beatriz llevó a su sobrina de la mano y se refugiaron en el arco de medio punto de la entrada.
Campanario de la iglesia de Santa María, Sevilla, luego llamada Giralda
Campanario de la iglesia de Santa María, Sevilla, luego llamada Giralda
Cap. 11.- La casa de la familia Riberol se encontraba a unos pasos de la lonja de los genoveses, situada en el extremo este de la plaza de San Francisco, muy cerca de la fastuosa iglesia de Santa María, cuyas obras para convertirla en catedral, aunque avanzadas, no tenían todavía fecha de finalización. Su torre, perteneciente a la antigua mezquita mayor, era el edificio más alto que había visto en su vida. Más incluso de la torre de los Embriaci de Génova. Y una de las mayores ilusiones de Lorenzo desde que la vio, fue la subir a lo alto del fabuloso alminar. No era un lugar de visita abierto al público, pero como a Micer Francisco le pareció buena la idea de su escalada, pidió permiso al arzobispo cuando los dos hermanos Riberol, acompañados de su padre, fueron a presentarse al dirigente eclesiástico en sus casas anexas al templo
Alcázar de Jerez
Alcázar de Jerez
Cap. 49.- Lorenzo dejó que Adorno le guiase por las callejuelas de la ciudad, cruzando el barrio de San Salvador y llegando al castillo por la puerta de la torre de la Veleta. Una fuerte muralla almohade partía desde la fortaleza rodeando la ciudad, resistiendo el paso del tiempo con elegancia.
Arenal de Sevilla
Arenal de Sevilla
Cap. 11. Sevilla era algo más pequeña, no mucho, pero con unas condiciones de seguridad mucho mayores. El río Guadalquivir era la estrecha y vigilada entrada a la ciudad, y su lejanía del océano la hacía la población mejor protegida del mundo. Se tardaba una jornada entera en remontar la corriente hasta llegar al lugar de desembarco de toda clase de mercaderías, el Arenal, una explanada dedicada al tráfico mercantil fuera de las murallas de la ciudad. Dos pequeños barrios extramuros se estaban creando apoyándose en la pared exterior de la ciudad, de resultas que la muralla había dejado de ser visible en varios tramos. Era el mejor indicativo de que la población estaba creciendo. Al otro lado del río, el barrio de Triana, el preferido por los marineros por la falta de control de las puertas de la ciudad, también se expandía cada año. Favorecido por el creciente tráfico comercial sevillano, la ciudad se había convertido en un punto excepcional de distribución de productos propios y foráneos al resto de Castilla y a otros puertos europeos.
Iglesia de Santa María, Segovia
Iglesia de Santa María, Segovia
Cap. 7. En pocas manzanas divisaron la catedral de Santa María, un edificio no muy grande, que destacaba por su incómoda cercanía al alcázar y por su enorme campanario que rivalizaba en altura con la torre del castillo. En el lado sur, se encontraba un claustro celebrado por su belleza y más allá, el hospital y el palacio episcopal. Entraron en el templo por el ábside de Santa María y doña Beatriz caminó segura entre los acompañantes de la reina, que esperaban allí la llegada del rey.
Alcázar de Córdoba
Alcázar de Córdoba
Cap. 170.- La reina Isabel se encontraba en el salón de recepciones, el más fresco del alcázar, justo al lado de la capilla donde había rezado una hora antes. La soberana, ya recuperada del parto de su hijita María, mataba el tiempo tejiendo con sus dueñas, entretenida en conversaciones ligeras, esperando noticias de la guerra sin quitar el ojo de la cuna donde dormía la criatura.
Casa de las Cadenas, Segovia
Casa de las Cadenas, Segovia
Cap. 158. —¡Beatriz! ¡Ha venido tu novio!
La voz en grito de su tía se oyó en la gran casona que dominaba tanto una de las esquinas del recinto amurallado de la ciudad como el acueducto, situado extramuros. Beatriz sintió que los colores y los calores ascendían por su cuello y se detenían en la piel de su rostro.
Iglesia de San Andrés, Sevilla
Iglesia de San Andrés, Sevilla
Cap. 9. La madre miró con disimulo a ambos lados. Se encontraban en la iglesia de San Andrés, en el centro geográfico de Sevilla, un templo de estilo gótico mudéjar de tres naves de tamaño mediano que celebraba sus casi doscientos años de vida luciendo preocupantes grietas en las paredes y techos. Habría que hacer obras dentro de poco, pensaban todos los feligreses cuando se santiguaban al mirarlas.
—¿Sabes lo que significa desheredar? Pues eso es lo menos que puede ocurrirte. —Doña Inés señaló las dos pequeñas estatuas que coronaban la puerta de entrada de la iglesia—. Dios Padre y san Andrés son testigos de lo que digo. Así que olvidemos esta conversación y enfréntate a tus obligaciones como noble sevillano que eres.
Sanlúcar de Barrrameda
Sanlúcar de Barrrameda
Cap. 6.- La casa de los Lugo, grande y de piedra, como correspondía a una familia de comerciantes de prestigio, se encontraba en el barrio alto de la ciudad. Los hermanos pasaron por delante de la fachada lateral de la iglesia de Santa María de la O, sobria y elegante, y dejaron a su derecha el palacio de los condes de Niebla. Tras rodear unas casas, salieron del recinto amurallado por la puerta del Mar y se dispusieron a descender por la cuesta de Belén. Al comienzo de la bajada vieron la enorme desembocadura del río y los navíos que arribaban a la costa. Se detuvieron un segundo para contemplar cómo la carabela de Pedro de Vera, espléndida, llegaba al estuario del Guadalquivir con su velamen a medio arriar.
—¡Allí está! —exclamo Alonso—. Nos dará tiempo a ver el desembarco.
Los muchachos reanudaron la carrera, esta vez más fácil por el desnivel. Sortearon las tiendas de las covachas y enfilaron por la calle de los Bretones, donde vivían muchos comerciantes extranjeros, y salieron a la explanada del Cabildo. Enfrente de la casa del concejo comenzaba la playa donde se realizaba la descarga de las naves que arribaban a la costa
Real de Las Palmas en el barranco de Guiniguada
Real de Las Palmas en el barranco de Guiniguada
Cap. 76.- —Este lugar parece el jardín del Edén —exclamó Juan Rejón tras cruzar el riachuelo que bajaba por el barranco de Guiniguada y desembocaba en una playa de cantos rodados.
Se enfrentaba a un palmeral exuberante que cubría los márgenes de la estrecha corriente de agua. El sonido de los pájaros reinaba en un ambiente tranquilo y sosegado, casi idílico. Una ligera brisa proveniente del mar aminoraba el calor de la primera hora de la tarde y la sombra de las altas palmeras era lo suficientemente tupida para dar un descanso a la marcha de los soldados.
Caserío de Gáldar
Caserío de Gáldar
Cap. 164.- Los ropajes oscuros de los castellanos los ayudaron a pasar desapercibidos cruzando la amplia vega que daba acceso a la base de la colina donde comenzaba el poblado de Gáldar, abarrotado hasta la cima de los clásicos caserones canarios. Mayor avanzó con seguridad y a un tiempo con cautela, atento a cualquier ruido que fuera anormal en el silencio de la noche. Al cabo de la caminata llegaron a la base de la cuesta, donde se abrían unos huecos grandes en la pared.
Cueva Pintada
Cueva Pintada
Cap. 177.- Lorenzo se detuvo antes de que Naira apartase la división en-tre los ambientes de aquella casa grande. Miró a la mujer que amaba y le dijo con los ojos que la seguía porque confiaba en ella.
—No temas, no corres peligro, ya te lo he dicho —recalcó la muchacha.
Naira apartó la estera y ambos entraron en una cueva amplia excavada en la roca. A la luz de un par de bujías, las paredes aparecían adornadas con dibujos geométricos multicolores de una belleza única y desconcertante.
—¿Qué lugar es este? —preguntó Lorenzo, completamente asombrado.
—Es nuestro santuario, la cueva pintada.
Playa de Agaete
Playa de Agaete
Cap. 60.- Egonayga había hecho oídos sordos a los consejos del sacerdote y al frente de quinientos guerreros, tanto de Telde como de Gáldar, que acompañaban más que custodiaban a los prisioneros, llegaron a la playa de Agaete al mediodía. Se detuvieron frente al farallón de piedra que sobresalía del mar, como un dedo apuntan-do al cielo. Una brisa fresca proveniente del océano les dio la bienvenida y el grupo observó cómo tres navíos les esperaban a cierta distancia al abrigo de la ensenada, con las velas al pairo y el ancla echada.
Roque Bentaiga
Roque Bentaiga
Cap. 201.- —Aquí estamos de nuevo —dijo Pedro de Vera, contemplando la majestuosa extensión que se abría ante su vista desde la cima de Artenara. Las cumbres de Tejeda, con el roque Nubro dominando el horizonte, daban paso al valle en el que surgía el inmenso monolito sagrado de Bentaiga—. Todo está igual que lo recuerdo de la otra vez que estuvimos aquí: el roque con sus árboles en la llanada a sus pies, la palmera solitaria y el pino gigante. Todo igual, salvo una cosa: no veo ningún canario.
La Fortaleza – Ansite
La Fortaleza – Ansite
Cap. 208.- La llegada de los castellanos y de los canarios aliados a Ansite fue anunciada por decenas de silbidos de sus enemigos que les acompañaron en los últimos tramos del camino. Los canarios rebeldes se habían hecho fuertes en un pitón de piedra gigante que se levantaba en uno de los lados del barranco. La montaña estaba horadada por una inmensa galería que la atravesaba de parte a parte, además de un sin número de cuevas, grandes y pequeñas, que jalonaban sus paredes casi verticales. En lo alto del roque, decenas de siluetas a contraluz indicaban que los hombres del guadnarteme Bentejuí los esperaban con las armas en la mano.
Recuerdo de Abenchara en el alcázar de Córdoba
Recuerdo de Abenchara en el alcázar de Córdoba
La reina Isabel de Castilla acogió en este alcázar bajo su protección y cuidado a la cautiva reina de Canaria. Aquí vivió y alumbró una hija. Terminada la conquista, regresó a su isla con su esposo Fernando Guanarteme. 1482-1483.